En 2002 el Congreso Nacional establecía al 1º de julio como el Dìa del Historiador (Ley 25566) en homenaje a «los escritores, investigadores, profesores y aficionados dedicados al estudio, propalación y análisis de los acontecimientos de carácter histórico». La fecha no fue elegida arbitrariamente sino que hace alusión al decreto firmado en 1812 por el Primer Triunvirato patrio en el cual se ordenaba la escritura de «la historia filosófica de nuestra feliz revolución, para perpetuar la memoria de los héroes y las virtudes de los hijos de América del Sud, y a la época gloriosa de nuestra independencia civil». Si bien es cierto que los objetivos que actualmente guian la investigación y la producción de conocimiento histórico pueden distar de aquellas ideas defendidas por Bernardino Rivadavia, también lo es el hecho de que tanto a comienzos del siglo XIX como ahora historia, memoria y política van de la mano.
La promoción y práctica de los estudios históricos, tareas impulsadas por esta Institución desde su fundación, constituyen una herramienta valiosísima para el progreso de nuestra sociedad puesto que nos permite seguir indagando y dando respuesta a innumerables problemáticas y fenómenos que nos atraviesan cotidianamente.