En 1983, durante el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, se estableció el 22 de julio como el “Día Internacional del Trabajo Doméstico”, con el fin de develar dos caras de una misma moneda. Por un lado, poner en valor el trabajo reproductivo (tareas domésticas y de cuidados) llevado a cabo, en la mayoría de los casos, por mujeres en sus hogares. Y por el otro, visibilizar el grado de informalidad y precariedad que se presenta cuando dichas tareas (ya sea cuidar, limpiar, cocinar, lavar, etc.) son tercerizadas. Tal como lo demuestran los datos de la OIT (2016), sólo en América Latina, 1 de cada 7 mujeres ocupadas, trabaja en dicho sector, en donde las tasas de informalidad rondan el 80%, con salarios bajísimos, jornadas extensas y sin acceso a la seguridad social.