El origen de la escarapela tiene vital importancia en la historia argentina porque fue el primero de los símbolos patrios en nacer y, además, marcó el camino: tras su aprobación, Belgrano diseñó una bandera con los mismos colores; ésa que izó por primera vez a orillas del río Paraná, en Rosario, el 27 de febrero de 1812.

«Sea la escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de color blanco y azul celeste», estableció el Triunvirato, el 18 de febrero de 1812, a pedido de Manuel Belgrano. Muchos años después, en 1935, el Consejo Nacional de Educación eligió una fecha para homenajear a la insignia y decretó que fuera el 18 de mayo.